sábado, 30 de octubre de 2010

días nuevos se avecinan

En tiempos anteriores ocupé mucho de mi tiempo a justificar el porqué de mi consumo de carne y obviamente mi imposibilidad de dejarla. Creo que hoy eso ha cambiado.

Mis argumentos para comer cadáveres estaban siempre relacionados al equilibrio natural de los animales, donde un gato se come a un ratón, donde un cuervo se come los restos de otro animal en descomposición y ello tiene perfecta concordancia con el estado natural de las cosas. Por otra parte estaba "la necesidad biológica del ser humano de consumir las fibras animales, proteínas, etc, y los beneficios que ellos conllevan" pero al cabo de ciertas investigaciones he visto que este tipo de alimento es muy dificultoso de digerir para el estómago y que al disminuir su consumo bajan altamente las probabilidades de cierto tipos de tumores. En última instancia me decía "los animales no tienen derechos" cosa que para nuestra concepcion de derecho subjetivo, es decir que alguien tenga facultades de ejercer derechos (la doctrina  dice que los animales son objeto de derecho) es perfectamente entendible y "lógica". Este el argumento que sustenta la matanza indigna (que en teoría no es indigna, porque la dignidad es característica meramente humana) pero cada vez que he tenido mascota, o he estado en el sur viendo a los animales y todas sus acciones, sus movimientos, sus cantos, su expresiones, repito, EXPRESIONES de felicidad no puedo no recordar el sufrimiento de sus hermanos, de sus iguales, al ser sacrificados por máquinas, que cortan programadamente sus partes, donde ni siquiera se les permite moverse adecuadamente para que desarrollen menos sus múculos, donde a veces, ni siquiera conocen la luz del día, entonces no puedo sino sobrecogerme y sentir piedad. Los derechos tienen que ver con la justicia, que a la vez es "dar a cada uno lo suyo" y al parecer se nos ha olvidado que los animales también tienen algo que es suyo, que es poder SER animales y no "cosas semovientes" como el derecho despectivamente les trata. Entonces no puedo dejar de pensar en la injusticia e innecesariedad del consumo de sus cadáveres.

Hoy le comenté a mis papás mi decisión de dejar de comer animales y lo primero que respondió mi papá fue una risa, después dijo "ah, vay a ser hueón ahora". . . me dieron ganas de llorar, sinceramente. Lo único que atiné a responder fue "demás" . . . supongo que esto no será fácil, pero supongo que a llegado la hora de ser consecuente y querer a la naturaleza como realmente se lo merece, con justicia.